Intenciones escondidas
El olor a miedo1 empezaba a impregnar el aire mientras el viejo y fuerte líder se acercaba a la entrada de la gruta. Su fuerte voz tronó por el cañón donde estaba refugiada su gente “Sal de ahí, Nilsfjurb. Tenemos mucho de que hablar”
En la oscuridad pudo ver el destello de un par de grandes ojos dorados que se posaban sobre él. “¿Que quieres, anciano?”
“Quiero saber por que no permites que mi tribu viaje por las planicies2. El tiempo pasa y ya muchos de nosotros estamos poniéndonos inquietos” El tono amenazante del humano logró dibujar lo que podría interpretarse como una burlona sonrisa en el hocico del dragón.
“Sabes que me desagrada que dudes de mi buen juicio. Tu tribu me ha servido por mas generaciones de las que puedes contar, y con mi guía y consejo han llegado a ser una de las más poderosas, así que no me cuestiones. Además, no tiene sentido que viajen para conseguir comida, pieles, mujeres y combate3. Todo eso viene directamente hacia ustedes y en grandes cantidades” y para dar énfasis a sus palabras, Nilsfjurb expiró un par de ácidas volutas de humo de sus narices4.
Groentar meditó sobre lo que acababa de escuchar y, en un intento por imitar el gesto poco acostumbrado del dragón, sonrió toscamente poniendo en evidencia aun más arrugas y cicatrices en su viejo rostro, curtido por los elementos y la intemperie. “Si es cierto lo que dices, entonces es mejor que busquemos a Halsoig y la invitemos a ella y a su gente a pasar una temporada con nosotros”
“Me alegra que pienses así, humano. Sé que a tu hija le encantará reunirse contigo” Y mientras decía esto, Nilsfjurb volvió a la oscuridad en la que se encontraba para continuar el ritual que había sido tan groseramente interrumpido.