Bentinok Agerinir

El niño que jugaba a ser Emperador

Bentinok

Era cerca del mediodía y desde las altas torres del Castillo de Thariv se podía ver como la luz del sol bañaba la ciudad. Sentado en un viejo sillón de terciopelo morado, descansando del ajetreo de la mañana, se hallaba plácidamente tendido el Senescal Bentinok mientras esperaba la hora del almuerzo. Se respiraba un aire tranquilo en el amplio salón que daba al Gran Balcón de Palacio y se podía disfrutar en su sombra de una vista espectacular del Templo y la Torre así como del resto de la ciudad. El clamor de numerosos pasos metálicos sobre el piso de granito lo hizo que Bentinok volviese al mal humor de la mañana. “¿Que es ese escándalo? ¿Acaso esos idiotas no saben que esta es mi hora de descanso?. Anluir, mira a ver ocurre y ordena que hagan silencio de inmediato.”

“No creo que Anluir quiera mandar a callar al Príncipe Heredero y a su escolta personal, mi querido rey”. Bentinok reconoció la voz de Retgard, el heraldo y consejero de su Alteza Imperial, y se volvió a tiempo para ver como la pequeña y redonda figura del consejero del príncipe se asomaba tras la puerta del salón. Con una sonrisa practicada y una perfecta reverencia en la que le recordó al Senescal que no era más que un simple Rey en una tierra de Emperadores, anunció con voz decidida y fuerte la llegada de su Señor.

“Su Alteza Imperial, Príncipe Heredero de la Corona de Askalur, Stavian X de Moerin, ha llegado. Todos muéstrenle el respeto que se merece” Y luego de decir esto colocó su mano derecha sobre su pecho y puso una rodilla en el piso. La escolta personal del príncipe entró en el recinto vistiendo armaduras de gala y marchando en perfecta sincronización, haciendo espacio para el joven heredero.

Postrado en el piso de manera un tanto bochornosa junto al sillón de terciopelo, Bentinok maldijo entre dientes el linaje del mocoso que pretendía ser Emperador.

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